El milagro de la recuperación

Trepando hábilmente, la muchacha llegó a la punta del mástil. Allí, apoyándose en una sola mano, levantó los pies en alto y quedó haciendo equilibrio. Los espectadores del circo Barnum aplaudieron con entusiasmo.

María Lazar, rumana que tenía en ese entonces dieciocho años de edad, estaba en la punta de un mástil de cinco metros sostenido por su esposo. El esposo estaba sobre otro mástil de ocho metros sostenido por un ayudante. Con el largo de los dos mástiles y el de los dos hombres, María estaba a casi diecisiete metros de altura.

Por alguna razón inexplicable, María de pronto perdió el equilibrio y cayó al suelo desde esa altura. El golpe le quebró la espalda y la dejó paralizada.

Pasaron diez años de terapia, sufrimiento, fe y esperanza, al término de los cuales María Lazar, con su esposo y el ayudante, y en el mismo circo, volvió a intentar la misma hazaña. Poco a poco fue subiendo el mástil hasta llegar arriba. Después de poner las manos sobre la pequeña plataforma y de girar el cuerpo hasta tener los pies hacia arriba, se balanceó por un buen tiempo.

Los espectadores, que conocían la historia, aplaudieron con más entusiasmo que antes. Luego, así como había subido, María se deslizó por el mástil bajando al suelo. Había logrado realizar la hazaña con éxito y profesionalismo.

¿Qué impulsó a María Lazar a cristalizar un sueño imposible y lanzarse otra vez a la profesión? Fue su intenso amor al circo y su profunda fe en Dios. Estos produjeron en ella el milagro de la recuperación. Su columna se soldó, los nervios se restituyeron, los músculos volvieron a cobrar fuerza, y su cuerpo recuperó su agilidad.

Dos poderes benéficos actuaron en María. Uno fue su amor al oficio, su pasión por el circo. El otro fue su inalterable fe en Dios. Ella siempre creyó que el Señor no habría de abandonarla, y no dejó de orar un solo día.

Cuando combinamos la pasión de vencer con la fe en Dios, salimos adelante a pesar de las dificultades y los contratiempos de la vida. Porque una pasión intensa, cuando es buena, y la fe en Dios, que es la fuente de vida y de verdad, dan fuerza sobrenatural para sobreponerse a cualquier adversidad.

No nos demos por vencidos. Si lo que nos proponemos es sano y es para el beneficio de los demás, y si sabemos que es algo que Dios aprueba, tenemos asegurada la victoria. Mantengamos firme la visión en medio de la adversidad, y nunca perdamos la fe en Dios. Con Él de nuestra parte, podemos ser vencedores hasta el fin de nuestros días en esta tierra.

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
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