Eres precioso

Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te
amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida. Isaías 43:4.

Júnior es muy querido por sus amigos; pero esta noche se encuentra
solo.
¿Por qué alguien tan popular prefiere quedar solo un sábado de noche?
¿Por qué sus amigos lo habrían abandonado, justamente un sábado de
no­che, cuando todos salen y se divierten?
Desde que su matrimonio acabó, Júnior pasó a sentirse un infeliz, un
don nadie; el complejo de inferioridad se apoderó de él. Hoy, el
muchacho alegre dio lugar a una persona amargada; la sonrisa fácil fue
reemplazada por la tristeza y las bromas se transformaron en lamento.
La vida de Júnior fue cuesta abajo, como un carro desenfrenado.
Perdió todo. La comida no tiene más sabor; los colores perdieron su
brillo… y se hunde cada vez en un mundo de lamento y de pena.
“¿Volveré a sonreír al­gún día? ¿Alguien podrá amarme de nuevo?
¿Todavía tengo algún valor?”, se pregunta a sí mismo. Y no encuentra
respuestas.

 
El versículo de hoy fue escrito para un pueblo asustado y angustiado:
asustado, por el gigantesco viaje de vuelta a Jerusalén; angustiado,
por miedo a lo desconocido. Un pueblo que salía del cautiverio con baja
autoestima y el orgullo herido; esclavo por segunda vez. ¿No era
demasiado?
En medio de ese torrente de sentimientos pesimistas, Dios presenta una
verdad: “Tú eres precioso, y yo te amo”. El mensaje de Dios, para el
pueblo de Israel en aquel tiempo, es el mismo para Júnior, para ti y
para mí, hoy: somos preciosos, y Dios nos ama con todas las fuerzas de
su ser. El amor de Dios existe no porque seamos buenos o fáciles de
amar, sino porque somos sus hijos, creados por él, a su imagen y
semejanza.
Quién sabe, hoy no te sientes bien; el peso del complejo de
inferioridad te masacra. Quizás hoy sientes que nadie te ama, y que
todos se ríen de ti y de tu manera de ser. Dios te ama: tú eres la
cosa más linda que Dios tiene en este mundo; tú eres precioso.

Enfrenta los desafíos de este nuevo día sabiendo que eres precioso
para Dios. Cuando las sombras de la tristeza oscurezcan tu vida,
recuerda las pala­bras de tu Padre, que te dice: “Porque a mis ojos
fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé: daré, pues,
hombres por ti, y naciones por tu vida”

DIOS TE BENDIGA,

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