«Por salvar la patria»

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Imagen por Chemophilic

(Víspera del Día de la Mujer Colombiana)

Durante su infancia vivió en el municipio de Guaduas, Cundinamarca, desde donde se trasladó a Bogotá. Pero su residencia allí en Santa Fe se interrumpió debido a la tragedia que sufrió su familia a causa de la epidemia de viruela que se propagó en 1802. Murieron sus padres y dos de sus hermanos. Unos dos años después, fue con su hermana mayor y su hermano menor a vivir con su madrina en Guaduas, donde su hermana mayor se casó y la llevó, junto con ese hermano, a vivir con ella.

Aunque en el testamento de su padre figura como Polonia, quienes mejor la conocían la llamaban Policarpa. De ahí que los contemporáneos de Policarpa Salavarrieta la llamaran simplemente la Pola.

Durante su segunda estadía en Guaduas, el cuñado de Policarpa murió luchando al lado del prócer Antonio Nariño en la campaña del Sur, y su hermano menor Bibiano, veterano de la misma campaña, regresó malherido en 1815, luego de sufrir una dura prisión. Contagiada de ese espíritu independentista, la Pola se vinculó a los patriotas de los Llanos del Casanare y sirvió como mensajera, compró armas y reclutó a jóvenes para la causa emancipadora.

Lamentablemente, los españoles descubrieron sus actividades luego de capturar a los hermanos Almeyda y arrestar a Alejo Sabaraín con documentos que la comprometían. El 10 de noviembre de 1817 un Consejo de Guerra la condenó a muerte, junto con Sabaraín y otros patriotas.

Camino al patíbulo la mañana del 14 de noviembre, cuando un soldado le ofreció un vaso de vino, Policarpa dijo: «Pueblo de Santa Fe, ¿cómo permitís que muera una paisana vuestra e inocente? Muero por defender los derechos de mi patria.»1 Al salir a la plaza mayor de la capital, se dirigió al pueblo reunido para presenciar su fusilamiento, y dijo en voz alta: «¡Pueblo indolente! ¡Cuán distinta sería hoy vuestra suerte si conocierais el precio de la libertad! Pero no es tarde. Ved que, mujer y joven, me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes más. ¡No olvidéis este ejemplo!» De ahí el famoso anagrama que se formó del nombre Policarpa Salavarrieta: «Yace por salvar la patria.»

¡Con razón que desde 1967 se celebre oficialmente el 14 de noviembre como el Día de la Mujer Colombiana, y que su imagen haya aparecido varias veces en los billetes y monedas de Colombia!

En 1826, cuando la obra de teatro La Pola volvió a presentarse en Bogotá, el público, consciente de que nadie había hecho nada por salvarla, esta vez intervino y se libró del cargo de conciencia que sufría. Subió al escenario decidido a dar muerte a los artistas vestidos de soldados españoles que pretendían fusilarla nuevamente.2

Así como con su sangre los héroes de la patria pagaron el precio de la libertad física del pueblo, Jesucristo pagó el precio de nuestra libertad espiritual. Más vale que reconozcamos que Cristo lo pagó voluntariamente, y que basta con que aceptemos ese sacrificio que Él hizo en nuestro lugar a fin de salvarnos y librarnos eternamente de todo cargo de conciencia que suframos.3

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1Beatriz Castro Carvajal, «Policarpa Salavarrieta: heroína por excelencia de la República», Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango, Credencial Historia No. 73 <http://www.banrepcultural.org/node/32482> En línea 3 junio 2015.
2Óscar Guarín Martínez, «El día que la Pola fue salvada de morir», Colección Bicentenario: 11 relatos para volver a contar, Ministerio de Educación Nacional: República de Colombia <http://www.colombiaaprende.edu.co/html/productos/1685/ articles-230537_relato_11.pdf> En línea 9 junio 2015.
3Mt 26:50-54; Ef 5:1; Fil 2:5-8; Tit 2:14

Un Mensaje a la Conciencia

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