«Quien en promesas de hombre fía»

landscape
Imagen por raym5

«Margarita lloraba con el rostro oculto entre las manos»1 mientras su amante le imploraba que comprendiera la situación. El ejército de Fernando III, rey de Castilla y León, se aprestaba para atacar la ciudad musulmana de Sevilla y liberarla del poder de los infieles. Por eso el Conde de Gómara se disponía a partir desde su castillo a la mañana siguiente para unir sus huestes a las del rey Don Fernando. Como escudero del conde, el amante de Margarita tenía que acompañarlo en aquella campaña, y ella temía que él no regresara. Así que él la consoló jurándole que volvería, y le regaló un anillo como símbolo de la promesa.

Los hermanos de Margarita insistieron en que ella fuera con ellos para presenciar la partida de las huestes del conde. Pero al ver marchar a los soldados, ¡Margarita se dio cuenta de que su amante no era el escudero del conde sino el conde mismo! Él la había engañado y deshonrado, y con eso ella a su vez había deshonrado a su propia familia.

Después de conquistar Sevilla, comenzó a aparecérsele al conde una mano que con frecuencia lo salvaba de milagro. No podía explicarse por qué, hasta que un día oyó a un juglar cantar el Romance de la mano muerta. Era la misteriosa historia de una joven deshonrada por un noble que era su amante, quien le había hecho la promesa de volver y casarse con ella y no la cumplió. La deshonra de la joven había manchado la honra de su familia, así que su hermano la mató. Pero en la arboleda oscura donde la enterraron —recitaba el trovador— «por más tierra que le echaban, / la mano no le cubrían; / la mano donde un anillo / que le dio el conde tenía. / De noche, sobre la tumba, / diz que el viento repetía: / ¡Mal haya quien en promesas de hombre fía!»2

El conde, convencido de que se trataba de Margarita, regresó a Gómara ¡y se casó con el cadáver de la joven! «Arrodillado sobre la humilde fosa, estrechó en la suya la mano de Margarita, y un sacerdote… bendijo la lúgubre unión… y la mano muerta se hundió para siempre.»3

De ahí en adelante, cada primavera aquel «pedacito de prado» donde está enterrada Margarita «se cubre espontáneamente de flores», concluye el escritor español Gustavo Adolfo Bécquer en su «leyenda castellana» titulada «La promesa».4

¡Qué trágica la muerte y qué tétrica la boda de Margarita, al revés del orden establecido por Dios, y qué fantasmagórica la postrera sepultura de aquella mano muerta! La moraleja de esta leyenda nos la hace Bécquer en forma de refrán, que convierte en el estribillo del Romance: Al que se fía en las promesas del hombre, le va mal. ¿No habrá nadie, entonces, en quien sí podamos confiar?

Gracias a Dios, sí lo hay, porque Él no es hombre. Cuando Dios hace una promesa, la cumple, ya que Él jamás quebranta sus promesas.5 Más vale, entonces, que confiemos en Él. De hacerlo así, nos irá de lo mejor, pues estaremos seguros de recibir la vida eterna, que es la más antigua de sus promesas.6

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1Gustavo Adolfo Bécquer, «La promesa» (Leyenda castellana), Gustavo Adolfo Bécquer: Obras completas (Santo Domingo, República Dominicana: Editora Alfa & Omega, 1986), p. 241; Gustavo Adolfo Bécquer, Su obra/Catálogo, Rimas y Leyendas, «La promesa» <http://www.cervantesvirtual.com/portales/gustavo_adolfo_becquer/obra-visor/ rimas-y-leyendas–0/html/00053dfc-82b2-11df-acc7-002185ce6064_6.html#I_17_> En línea 19 febrero 2018.
2Ibíd., p. 252.
3Ibíd., p. 253.
4Ibíd.
5Nm 23:19 (DHH); 2Ti 2:13 (TLA)
6Tit 1:1-4 (TLA)

Un Mensaje a la Conciencia

Comparte:
Palabras claves:, , ,


Dejar comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked *