Un trágico regreso al hogar

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Imagen por Andrea D’Angiolo

«Encarnación Mendoza… yacía bocarriba tendido sobre hojas de caña…. Si cualquiera de los hombres que habitaban los bohíos de por allí bajaba aquel día… y acertaba a verlo, estaba perdido….

»… La madre de Mundito tenía unos cuantos centavos que había ido guardando de lo poco que cobraba lavando ropa y revendiendo gallinas…. Con esos centavos podía mandar a Mundito a la bodega para que comprara harina, bacalao y algo de manteca. Aunque lo hiciera pobremente, quería celebrar la Nochebuena con sus seis pequeños hijos, siquiera fuera comiendo frituras de bacalao….

  »… Ocurrió que cuando… el niño Mundito pasaba frente [a] donde estaba escondido el fugitivo…. Encarnación Mendoza… calculó que… lo mejor sería hacerse el dormido…. Para mayor seguridad, se cubrió la cara con el sombrero….

»… Mundito iba acercándose cuando de pronto quedó paralizado: había visto al hombre. Pero para él no era simplemente un hombre sino… un cadáver….

»… Impulsado por el terror… echó a correr hacia la bodega. Al llegar allí… gritó…:

»—¡En la colonia Adela hay un hombre muerto!…

  »… Quince minutos después… el sargento Rey iba con dos [soldados]… hacia el sitio donde yacía el presunto cadáver….

»El propósito de Encarnación Mendoza era pasar la Nochebuena con su mujer y sus hijos. Escondiéndose de día y caminando de noche, había recorrido leguas y leguas…. Tenía seis meses huyendo…. con el deseo de abrazar a su mujer y de contarles un cuento a los niños….

»—¿Tú ‘ta seguro que fue aquí, muchacho? —preguntó el sargento.

»—Sí, aquí era —afirmó Mundito, bastante asustado ya—…. Yo no le vide la cara…; solamente le vide la ropa. Tenía un sombrero en la cara. Taba asina, de lao….

»Y como tenía mucho miedo, siguió su carrera hacia su casa….

  »Encarnación Mendoza no era hombre fácil. Pero a eso de las tres en el camino que dividía el cañaveral de los cerros… un tiro certero le rompió la columna vertebral…. Se revolcaba en la tierra, manando sangre, cuando recibió catorce tiros más….

»… Comenzaba a llover…. Colocaron el cadáver atravesado sobre el asno y lo amarraron como pudieron…. El sargento ordenó la marcha bajo la lluvia….

  »… Antes de llegar al primer caserío…. la lúgubre comitiva anduvo sin cesar… [hasta que] oscureció del todo….

»—Allá se ve una lucecita.

»—Sí, del caserío —explicó el sargento.

»Y…. un cuarto de hora después… frente a la primera casucha del lugar, ordenó con su áspera voz:

»—Desarmen ese muerto y tírenlo ahí adentro, que no podemos seguir mojándono….

»… Cuando el cuerpo estuvo suelto, llamó a la puerta de la casucha justo a tiempo para que la mujer que salió a abrir recibiera sobre los pies, tirado como el de un perro, el cuerpo de Encarnación Mendoza….

»La mujer miró aquella masa inerte…. y corrió desolada sobre el cadáver al tiempo que gritaba:

»—¡Ay, m’shijo; se han quedao guérfano… han matao a Encarnación!

»Espantados, atropellándose, los niños salieron de la habitación, lanzándose a las faldas de la madre.

»Entonces se oyó una voz infantil en la que se confundían llanto y horror.

»—¡Mama, mi mama…! ¡Ese fue el muerto que yo vide hoy en el cañaveral!»1

¡Con razón que este excepcional relato sea uno de los más conocidos Cuentos escritos en el exilio del autor y ex presidente dominicano Juan Bosch! Y con razón que sea tan conocida la historia de la Nochebuena a la que alude. Es que aquella noche Jesucristo, el Hijo de Dios, se encarnó y se hizo hombre para salvar no sólo a personas como Encarnación Mendoza, su esposa y sus hijos, sino también a personas como los soldados que lo mataron injustamente.

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1Juan Bosch, «La Nochebuena de Encarnación Mendoza», Cuentos escritos en el exilio (Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, Colección Centenario, 2009), pp. 27-40.

Un Mensaje a la Conciencia

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