LAS PALABRAS

Haz según has hablado.

Confirma a tu siervo tu palabra, que inspira reverencia por ti.

Y tendré respuesta para el que me afrenta, pues confío en tu palabra.

Acuérdate de la palabra dada a tu siervo,  en la cual me has hecho esperar.

Cánticos para mí son tus estatutos en la casa de mi peregrinación.

Mejor es para mí la ley de tu boca que millares de piezas de oro y de plata.

Para siempre, oh SEÑOR, tu palabra está firme en los cielos.

   
Tu fidelidad permanece por todas las generaciones; tú estableciste la tierra, y ella permanece.

De la misma manera Dios, deseando mostrar más plenamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su propósito, interpuso un juramento, a fin de que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, seamos grandemente animados los que hemos huido para refugiarnos, echando mano de la esperanza puesta delante de nosotros, la cual tenemos como ancla del alma, una esperanza segura y firme, y que penetra hasta detrás del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho, según el orden de Melquisedec, sumo sacerdote para siempre.

Nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas,

II S. 7:25   Sal. 119:38, 42, 49, 54, 72, 89, 90 Heb. 6:17-26  

II P.1:4

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