OBEDIENTES A SU VOLUNTAD

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Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras.

Ahora mi alma se ha angustiado; y ¿qué diré: “Padre, sálvame de esta hora”? Pero para esto he llegado a esta hora. 

Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Cristo, en los días de su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía librarle de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente; y aunque era Hijo, aprendió obediencia por lo que padeció.

¿O piensas que no puedo rogar a mi Padre, y El pondría a mi disposición ahora mismo más de doce legiones de ángeles?

Así está escrito, que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día; y que en su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.

   

Mt. 26:39    Jn. 12:27    Jn. 6:38    Fil. 2:8    Heb. 5:7,8    Mt. 26:53     Lc. 24:46,47

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