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dar y recibirY si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinie­blas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. Isaías 58:10.

Gente sincera cree que la vida cristiana es una colección de obligaciones. Muchas personas tienen miedo de leer la Biblia; no quieren más debe­res. Y ahora viene Dios, en el versículo de hoy, dándote otra orden: “Ayuda al que necesita”.

La pregunta que acude a tu mente tal vez sea: “¿Por qué debo ayudar?” El problema con los seres humanos es que, frecuentemente, pensamos que las recomendaciones bíblicas son una especie de fardo que hay que cargar. Pero, cuando Dios nos dejó sus consejos, no fue con el propósito de hacer de la vida de sus hijos una carga pesada. Lo que tenía en mente era hacerte una persona feliz y realizada.

El texto de hoy trae una de las promesas más bellas de la Biblia. Es una promesa condicional. Primero, viene la condición: “Si dieres tu pan al ham­briento y saciares al alma afligida”. Después, viene la promesa: “en las tinie­blas nacerá tu luz y tu oscuridad será como medio día“.

Norma era una joven sumergida en las turbias aguas de la depresión. La vida no tenía color para ella. Las sombras de la tristeza se apoderaron de su alma durante varios años, a raíz de la ruptura de un noviazgo prolongado.

Un psicólogo cristiano le recomendó, cierto día, una terapia aparente­mente sin sentido: ella debía visitar un barrio pobre, llevando comida para niños necesitados. Al principio, los padres la llevaban casi por la fuerza; era parte de su tratamiento. En poco tiempo, sin embargo, la luz empezó a ilu­minar la vida de esta joven. Contemplar la alegría y la gratitud de esos niños que no tenían qué comer fue la cura para la depresión.

Cada vez que extiendes la mano para ayudar al necesitado, abres las ven­tanas de tu vida para que el sol entre e ilumine cada rincón sombrío de tu corazón. Una vida centralizada en las propias carencias y necesidades está aprisionada en la oscuridad del egoísmo. No tiene alegría; lo que llama feli­cidad no es otra cosa sino carcajada hueca, vacía y sin sentido. No pasa de ser el grito desesperado de un alma envuelta en la sábana oscura de sus temores y miedos.

Por eso hoy, antes de iniciar las actividades del día, recuerda que “si die­res tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía”.

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