«A mi esposo ausente»
Imagen por adambklein
(Día Nacional del Poeta en la República Dominicana:
Natalicio de Salomé Ureña de Henríquez)
Salomé Ureña de Henríquez nació en Santo Domingo el 21 de octubre de 1850. Fue tan ilustre como poetisa que en su natalicio cada año se celebra en la República Dominicana el «Día Nacional del Poeta». Y siendo hija del educador, poeta y escritor Nicolás Ureña de Mendoza, fue también una consagrada maestra. Alentada por su esposo —el escritor, poeta, médico y abogado Francisco Henríquez y Carvajal— fundó en 1881 el centro académico Instituto de Señoritas —el primer centro femenino de enseñanza superior— donde se graduaron las primeras maestras dominicanas. Con don Francisco a su lado, doña Salomé le brindó a su patria y al mundo americano tres glorias de la educación y de las letras hispanoamericanas: Pedro, Max y Camila Henríquez Ureña.1
Sin embargo, durante la infancia de sus hijos don Francisco, por diversos motivos, no estuvo siempre a su lado. En una de esas ausencias doña Salomé compuso el siguiente poema titulado «Tristezas (A mi esposo ausente)», acerca de su hijo mayor, don Francisco Noel Henríquez Ureña, cuando era niño:
Nuestro dulce primogénito,
que sabe sentir y amar,
con tu recuerdo perenne
viene mi pena a aumentar.Fijo en ti su pensamiento,
no te abandona jamás:
sueña contigo y, despierto,
habla de ti nada más.Anoche, cuando, de hinojos,
con su voz angelical
dijo las santas palabras
de su oración nocturnal;cuando allí junto a su lecho
sentéme amante a velar,
esperando que sus ojos
viniese el sueño a cerrar,incorporándose inquieto,
cual presa de intenso afán,
con ese acento que al labio
las penas tan sólo dan,exclamó como inspirado:
«¿Tú no te acuerdas, mamá?
El sol ¡qué bonito era
cuando estaba aquí papá!»2
¡Qué conmovedoras palabras aquellas del niño que extraña a su papá con la misma intensidad con que lo adora! No abandona jamás al padre porque no deja de hablar de él ni de recordarlo tanto en sus sueños como cuando está despierto. Al dar a entender que el abandono, más allá de lo físico, puede ser también mental, la madre, doña Salomé, le dice tácitamente al padre, don Francisco, que espera que él, además de haberse ausentado físicamente, no haya dejado de pensar en aquel hijo que lo ama a tal extremo.
Gracias a Dios, con Él como nuestro Padre celestial no tenemos que preocuparnos jamás de que nos abandone o que deje de pensar en nosotros. El salmista David, teniendo una estrecha relación con Dios de Padre e hijo,3 pasa por momentos tan difíciles que le pregunta a Dios hasta cuándo va a olvidarlo. «No te escondas de mí…, no me abandones», le implora. Pero luego le dice, porque sabe que está cerca: «Aunque mi padre y mi madre me abandonen, tú me recibirás en tus brazos.»4 Es que David sabía, al igual que Francisco Noel Henríquez Ureña, lo bonito que es el sol cuando se cuenta con la presencia de papá.
Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net
1 | Domingo Caba Ramos, «Salomé Ureña, madre, maestra y poetisa», Diario Libre, 21 octubre 2021 <https://www.diariolibre.com/revista/cultura/salome-urena-madre-maestra-y-poetisa-NH29483718> En línea 28 abril 2022; «Biografía de Salomé Ureña de Henríquez (1850-1897)», Los poetas <http://www.los-poetas.com/n/biosalo.htm> En línea 28 abril 2022. |
2 | «Poemas de Salomé Ureña de Henríquez (1850-1897)», Los poetas <http://www.los-poetas.com/n/salo1.htm> En línea 28 abril 2022. |
3 | Sal 89:20-21,26-28 |
4 | Sal 13:1; 27:9,10 |