Cuando el enseñar a leer era un crimen

«El padre agustino Fray Justo, mi oficioso maestro de lectura… era el hombre más extraordinario que he conocido en mi vida —cuenta Juan de la Rosa en la novela histórica del escritor cochabambino Nataniel Aguirre titulada Juan de la Rosa: Memorias del último soldado de la Independencia—. [Un día] me hizo sentar en un escaño junto a la mesa, tomó al otro lado un sillón… y comenzó a hablar de esta manera:

«“… El país en que hemos nacido y otros muchos de esta parte del mundo obedecen a un rey que se encuentra a dos mil leguas de distancia, al otro lado de los mares. Se necesita un año para que nuestras quejas lleguen a sus pies, y no sabemos cuándo vendrá, si viene, la resolución que dicte su Consejo o simplemente su voluntad soberana….

»”La instrucción… no la pueden obtener más que contadas personas, y de una manera tan parsimoniosa que parece una burla…. ¡Dios tenga piedad del que aspira a obtener otros conocimientos que los permitidos, porque se expone a morir quemado como hereje filosofante! En Cochabamba, aquí… era crimen de lesa majestad el enseñar a leer a los varones.

»”La religión que han dejado oscurecer los [sacerdotes mismos]… no es ya la doctrina de Jesús, ni nada que pudiera moralizar al hombre para conducirlo gloriosamente a su fin eterno…. Mantienen la división de las razas y las jerarquías sociales, cuando les [sería] tan fácil mostrar en las palabras de la oración dominical, enseñada por Cristo en persona, la igualdad de los hombres ante el padre común y la justicia. Deberían procurar que los fieles amasen a Dios “en espíritu y en verdad”; pero fomentan las supersticiones y hasta la idolatría….

»”Todo esto… es preciso que [termine, Juanito] —concluye Fray Justo en la novela de Aguirre, publicada en 1885—…. Debes saber que la [esclavitud misma] llega a ser una costumbre que es difícil abandonar. Me han contado de un hombre que, preso muy joven, puesto en libertad después de muchos años, volvió a pedir en la cárcel su querido calabozo, oscuro y sin ruido, cual decía convenirle en la indolencia y ensimismamiento en que había caído y de los que no salió jamás.”»1

Gracias a Dios, a diferencia de aquellos tiempos coloniales, tanto las mujeres como los hombres actualmente tenemos acceso a la instrucción en los países iberoamericanos en que hemos nacido. Hemos progresado a tal grado que ahora, en vez de temer que se nos castigue por obtener conocimientos y enseñar la lectura, tememos que se nos critique por no aprovechar toda oportunidad que tengamos de hacerlo. ¿Acaso no es esa la mejor posibilidad para triunfar en esta vida, tanto a título personal como nacional?

Determinemos entonces no sólo aprovechar esa libertad que obtuvimos luego de nuestra independencia patria, sino también aprovechar la oportunidad, que tenemos todos por igual, de disfrutar del acceso constante y directo a la presencia de Dios, el Rey de toda la creación. Invitemos a Aquel que ocupa el trono del universo a que ocupe también el trono de nuestra vida. Así no tendremos realmente nada inquietante de qué quejarnos, ya que, en toda ocasión, con oración y ruego, podremos presentarle nuestras peticiones en persona y darle gracias por su presencia divina.2

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net


1Nataniel Aguirre, Juan de la Rosa: Memorias del último soldado de la Independencia (Barcelona: Red ediciones S.L., linkgua-digital.com, 2021), pp. 14, 37-40.
2Fil 4:6

Un Mensaje a la Conciencia

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