¿A QUIEN TENGO YO SINO A TI?

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EL QUE SE GLORÍA, QUE SE GLORÍE EN EL SEÑOR.

No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco–declara el Señor.

Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo.

Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree; del judío primeramente y también del griego.

Por tanto, en Cristo Jesús he hallado razón para gloriarme en las cosas que se refieren a Dios.

¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti?  Y fuera de ti, nada deseo en la tierra.

Mi corazón se regocija en el Señor,  mi fortaleza en el Señor se exalta; mi boca sin temor habla contra mis enemigos, por cuanto me regocijo en tu salvación.

No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria, por tu misericordia, por tu verdad.

I Co. 1:31   Jer. 9:23,24   Fil. 3:8   Ro. 1:16;  15:17   Sal. 73:25   I S. 2:1   Sal. 115:1

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