Fe en Dios

“Sálvanos, Jehová, Dios nuestro, y recógenos de entre las naciones, para que alabemos tu santo nombre, para que nos gloriemos en tus alabanzas” (Salmo 106:47).

MIENTRAS LOS VIENTOS azotaban la frágil embarcación de pesca y la lluvia caía sobre ella hasta el punto de hacerla zozobrar, los discípulos recordaron que Je­sús estaba en un rincón. Quedaron sorprendidos de encontrarlo dormido apaciblemente y lo despertaron con sus súplicas: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!”. Sus gritos despertaron a Jesús quien, aparentemente, estaba descansado. Quizá parezca que está dormido cuando su iglesia se ve sacudida por una tormenta, pero siempre responde. Te levantarás y tendrás misericordia de Sion, porque es tiempo de tener misericordia de ella, porque el plazo ha llegado” (Sal. 102:13).
En Mateo 8:26 la Biblia registra sus palabras: “Él les dijo: ‘¿Por qué teméis, hombres de poca fe?'” No los reprende por haberlo molestado con sus súplicas sino porque hicieron caso a sus propios temores y se angustiaron. Primero Cris­to los reprendió y luego los liberó. He aquí su método: primero nos prepara para poder recibir una bendición y luego la da en abundancia.
Preste atención a dos cosas: (1) Su decepción a causa de los temores de sus discípulos: “¿Por qué ustedes, que son mis discípulos tienen temor? Entiendo que los pecadores sientan miedo, que los navegantes paganos tiemblen en medio de una tormenta; ¿pero ustedes?” (2) Les descubre la fuente de sus te­mores: “Hombres de poca fe”.
¿Por qué es tan importante la fe? Los seguidores de Cristo tendemos a ser presa del temor cuando los tiempos son tempestuosos y a quejarnos cuando las cosas andan de mal en peor. La razón de que sintamos temor injustificado se encuentra en el hecho de que nuestra fe es débil, en lugar de ser un punto de apoyo para el alma donde anclar el remo de la oración. Por fe tendríamos que ser capaces de cruzar cualquier tempestad y llegar a la tranquila orilla a la vez que nos alentamos con la esperanza de que llegaremos sanos y salvos.
Sin embargo, la fe en que seremos librados no es fe en Dios. La fe en Dios, tanto si somos librados de la prueba como si no, implica que nos aferraremos a nuestra creencia de que Dios es amor y que estaremos en sus manos. “La seguridad presente y eterna de los hombres es Jesucristo, el Justo. Ninguna mano humana podrá arrancar un alma creyente de sus manos” (Youth ‘s Instructor, 17 de febrero de 1898). Hay cosas que solo se aprenden en medio de una terrible tormenta.

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