La alternativa celestial

Recientemente le deseé un «feliz cumpleaños» a un joven amigo y le pregunté cómo se sentía ser un año más viejo. ¿Su respuesta en broma? «Bueno, ¡imagino que es mejor que la alternativa!»

Nos reímos juntos, pero después me detuve a pensar: ¿Realmente lo es? No me malinterpretes, por favor. Soy feliz de vivir todo el tiempo que el Señor me permita y ver a mis hijos y nietos crecer y experimentar la vida. No me emociona lo inevitable de la muerte. Pero, como creyente, la alternativa de envejecer es el cielo, ¡y eso no está mal!

En 2 Corintios 5, Pablo habla acerca de la realidad de vivir con los dolores y sufrimientos de nuestros cuerpos físicos, nuestros «tabernáculos» de la carne. Pero no debemos vivir desesperados por causa del envejecimiento. De hecho, el apóstol nos llama a justamente lo opuesto. Él escribió: «Pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor» (v. 8). ¡Confiamos! ¡Estamos ausentes! ¿Por qué? Porque nuestra alternativa a la vida terrenal es que estaremos presentes con el Señor, ¡por siempre! La perspectiva celestial de lo que nos espera puede darnos confianza para vivir ahora.

Si conoces a Cristo, Su promesa puede hacerte exclamar junto con el autor del himno: «Eres mi fuerza, mi fe, mi reposo». ¡Qué gran alternativa!

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