¿Te animas a caminar sobre el agua?

Por John Ortberg

 

“Pueden confiar en mí. Conocen mi carácter y mi capacidad. Pueden entregarme con seguridad su destino en mis manos. Tengan valor. Soy yo.”

Dios todavía les pide a sus seguidores hacer cosas extraordinarias y, si no lo estás buscando, es posible que no lo veas.

He sentido atracción durante muchos años por la historia de Pedro cuando sale de la barca y camina sobre el agua con Jesús. Es uno de los mejores retratos del mayor significado del discipulado en La Escritura. Veamos un poco, ¿de qué está hecho alguien que camina sobre el agua?

Ellos reconocen la presencia de Dios

Pedro y sus compañeros se metieron en un pequeño bote una tarde para cruzar el mar de Galilea. Jesús quería estar solo, así que se fueron a navegar sin Él. A Pedro no le incomodó eso: había estado en barcas toda la vida. Es más, le gustaban.

 

Pero esta vez se desencadenó una tormenta. Y no se trató de una ráfaga cualquiera. El Evangelio de Mateo dice que la barca era “zarandeada” por las olas. Fue tan violenta que lo único que los discípulos podían hacer era mantenerla a flote. Para las tres de la mañana me imagino que no estarían preocupados por llegar a la otra orilla: solo querían seguir vivos.

 

Entonces uno de los discípulos notó una sombra que se movía sobre el agua en dirección a ellos. Mientras se acercaba, comenzó a notarse una figura humana que caminaba.

 

Detente un momento para dejar que la imagen tome forma. Los discípulos estaban angustiados y la única persona que podía ayudarlos se estaba acercando a ellos. Solo que Él no estaba en la barca y los discípulos no lo reconocieron.

 

Maravillosamente, el no tener una embarcación no parecía impedir a Jesús en lo absoluto.

 

Pero los discípulos estaban convencidos de que se trataba de un fantasma, así que se aterrorizaron y gritaron con temor. Desde nuestra perspectiva, podemos preguntarnos cómo es que no pudieron saber que se trataba de Jesús. ¿Quién más podría ser? Mateo, sin embargo, quiere que sepamos que algunas veces se requiere de los ojos de la fe para reconocer a Jesús cuando está cerca. Muchas veces, a mitad de la tormenta, zarandeados por las olas de la decepción y la duda, no somos mejores que los discípulos si se trata de reconocer la presencia de Jesús.

 

¿Qué pretendía Jesús caminando por… digo, sobre el lago a las tres de la mañana? Solo por un momento profundicemos un poco.

En cada caso Dios los llamó a hacer algo extraordinario. En cada caso la persona a quien Dios llamó, sintió temor. Pero cada vez que esa persona dijo “sí” a su llamado, sintió el poder de Dios en su vida.

Así que, cuando Jesús se acercó a los discípulos sobre el agua intentando “pasarlos de largo”, no estaba nada más que haciendo un formidable acto sobrenatural. Estaba revelando su divina presencia y poder. Solo Dios puede hacer algo así: “Él (…) reprendió al viento y a las olas”.

 

Es interesante observar que los discípulos entraron a la barca originalmente por órdenes de Jesús. Tenían que aprender, al igual que nosotros, que la obediencia no es garantía para evitar la adversidad. Y en el instante en que la tormenta captó toda su atención, Jesús decidió que era el momento en el que los discípulos tenían que aprender un poquito más acerca de Él. “De eso se trata, amigos”, les aseguró. “Pueden confiar en mí. Conocen mi carácter y mi capacidad. Pueden entregarme con seguridad su destino en mis manos. Tengan valor. Soy yo.” No lo habían entendido en su totalidad todavía, pero Dios los visitó en la carne, al caminar sobre el agua.

 

Mateo quiso que sus lectores entendieran que, a menudo, Jesús viene cuando menos se lo espera: a las tres de la mañana, en medio de una tormenta. Dale Bruner anota “de acuerdo a Las Santas Escrituras, los extremos humanos son un punto frecuente de encuentro con Dios”. Esos momentos determinantes, dispuestos por Dios, los tendremos tú y yo. Dios todavía les pide a sus seguidores hacer cosas extraordinarias y, si no lo estás buscando, es posible que no lo veas.

En la barca se sentaron doce discípulos y no sabemos cómo es que once de ellos respondieron a esa voz. Tal vez con confusión, admiración, incredulidad o con un poco de cada una.

Pero uno de ellos, Pedro, estaba a punto de convertirse en un caminante sobre el agua. Él reconoció la presencia de Dios en el lugar más inusual. Se dio cuenta que esta era una extraordinaria oportunidad para el crecimiento y la aventura espiritual. Así que se le ocurrió una idea.

 

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  1. jesus cordova

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